miércoles, 14 de marzo de 2007

En el campo releemos a Platón

En el campo releemos a Platón y "la explicación es completa". El texto es del libro octavo de su diálogo consumado (1/) que, llevado por Sócrates, pasa en el Pireo, en casa de Céfalo y donde intervienen además Glaucón y Adimanto, hermanos de Platón, así como Polemarco, Trasímaco y Clitofón. Hace apenas unos 2.400 años. Leamos:

"Por lo pronto, en los primeros días de su dominación, ¿no sonríe graciosamente a todos los que encuentra y no llega a decir que no remotamente piensa ser tirano? ¿No hace las más pomposas promesas en público y en particular, librando a todos de sus deudas, repartiendo las tierras entre el pueblo y sus favoritos, y tratando a todo el mundo con una dulzura y una terneza de padre?


- Es natural que empiece de esta manera.


- Cuando se ve libre de sus enemigos exteriores, en parte por transacciones, en parte por victorias, y se cuenta seguro de este lado, tiene cuidado de mantener siempre en pie algunas semillas de guerra para que el pueblo sienta la necesidad de un jefe.


- Así debe ser.


- Y, sobre todo, para que los ciudadanos, empobrecidos por los impuestos que exige la guerra, sólo piensan en sus diarias necesidades , y no se hallen en estado de conspirar contra él.


-Sin contradicción.


- Y también hace esto para tener un medio seguro de deshacerse de los de corazón demasiado altivo para someterse a su voluntad, exponiéndolos a los ataques del enemigo. Por todas estas razones es preciso que un tirano tenga siempre entre manos algún proyecto de guerra.


- Sin duda.


- Pero semejante conducta no puede menos de hacerle odioso a sus súbditos.


- Muy odioso.


- Y algunos de los que contribuyeron a su elevación, y que son los que, después de él, tienen mayor autoridad ¿no hablarán entre sí con mucha libertad de lo que pasa, y los más atrevidos no irán hasta quejarse con él mismo?


- Parece que sí.


- Es preciso que el tirano se deshaga de ellos si quiere reinar en paz; y que, sin distinguir amigos de enemigos, haga que desaparezcan todos los hombres de algún mérito.


-Es evidente.


- Debe ser muy perspicaz para distinguir los que tienen valor, grandeza de alma, prudencia y riqueza; y es tal su fortuna que se ve obligado, quiera o no quiera, a hacer a todos la guerra, y tenderles lazos sin tregua hasta que haya purgado de ellos al Estado.


- ¡Extraña manera de limpiar!


- Hace lo contrario de los médicos, que purgan el cuerpo, quitándole lo malo y dejándole lo bueno.


- Tiene que obrar así o renunciar a la tiranía.


- En verdad, ¿no es para él una magnífica alternativa la de perecer o vivir con canalla, que tan poco puede evitar que le aborrezca?


- Tal es su situación.


- ¿No es claro que cuando más odioso se haga a sus conciudadanos a causa de sus crueldades , tanta más necesidad tendrá de una fiel y numerosa guardia?


- Sin duda.


- Pero, ¿dónde encontrará a esas gentes fieles? ¿De dónde las hará venir?


- Si paga bien, acudirán en gran número de todas partes.

- Ya te entiendo; acudirán enjambres de zánganos de todos los países.


- Has comprendido perfectamente mi pensamiento.


- Formando su guardia de esclavos, a quienes declararía libres después de haber hecho morir a sus dueños.


- Muy bien, porque tales esclavos le serían enteramente adictos.


- Una observación más. Muy digna de lástima es la condición de un tirano si se ve obligado a destruir a los mejores ciudadanos y a convertir a los esclavos de éstos en sus amigos y confidentes.


- No puede tener otros.


- Estos nuevos ciudadanos le admiran y viven con él en la más íntima familiaridad, mientras los hombres de bien le aborrecen y huyen de él.


- Así debe suceder.


- Con razón se alaba la tragedia como una escuela de sabiduría, y particularmente la de Eurípides.


- ¿A propósito de qué dices eso? - Porque de Eurípides es esta máxima que tiene un sentido profundo: los tiranos se hacen hábiles mediante el trato con gentes hábiles, con los que sin duda, ha querido decir que los que componen su sociedad son gente hábiles.


- Es cierto que Eurípides y los demás poetas califican la tiranía de divina en muchos pasajes de sus obras.


- Así, los poetas trágicos tienen demasiado buen sentido para tener por malo que en nuestro Estado, y en todos aquellos que están gobernados según principios análogos, se rehúse admitirlos a causa de sus elogios a la tiranía.


- En cuanto yo alcanzo, creo que los más razonables de ellos no se ofenderán por esto.


- Pero nadie les quita de recorrer como quieran los demás Estados. Allí, reuniendo al pueblo, y pagando las voces más elocuentes, más enérgicas y más insinuantes, inspiran a la multitud el gusto por la tiranía y de la democracia.


- Sin duda


- Con esto conseguirán dinero y honores, en primer lugar de parte de los tiranos, como es natural que suceda; y en segundo lugar, de parte de las democracias. Pero a medida que remonten su vuelo hacia gobiernos más perfectos, su nombradía se debilitará y no podrá seguirles.


- Pero dejemos esta disgresión; volvamos al tirano, veamos como podrá proveer al sostenimiento de su preciosa y numerosa guardia, renovada a cada momento.


- Es evidente que comenzará por despojar los templos, y mientras dure la venta de las cosas sagradas y le produzca lo suficiente, no impondrá al pueblo grandes contribuciones.


- Muy bien, pero cuando le falte este recurso ¿qué hará?


- Entonces vivirán con los bienes de su padre, él, los suyos, sus convidados, sus favoritos y sus queridas.


- Entiendo: es decir que el pueblo, que ha engendrado al tirano, le alimentará a él y los suyos.


- Así tendrá que suceder.


- Pero si el pueblo se cansase al fin, y le dijese que no es justo que un hijo ya grande y fuerte sea una carga para su padre; que, por el contrario, a él toca procurar el mantenimiento a su padre; que, al formarle y educarle, no ha sido su ánimo que se convirtiera en dueño cuando fuera grande, ni ser el pueblo esclavo de sus esclavos, ni alimentarle a él y a esa muchedumbre de extranjeros que le rodean; que lo que se propuso fue solamente libertarse por su medio del yugo de los ricos y de los que se llaman en la sociedad hombres de bien; ¿no deberá en este concepto mandarle que se retire con sus amigos, con la misma autoridad que un padre arroja de casa a su hijo con sus compañeros de libertinaje?


- Entonces, ¡por Júpiter!, el pueblo verá que hijo ha engendrado, acariciado y encumbrado, y que los que intenta arrojar son más fuertes que él.


- Pero ¿qué dices? ¿Se atrevería el tirano a emplear la violencia con su padre y hasta maltratarle si no cedía?


- ¿Quién puede dudarlo, si antes lo ha desarmado?


- ¿El tirano es por consiguiente, un hijo desnaturalizado, un parricida? Y he aquí que hemos llegado a lo que todo el mundo llama tiranía. El pueblo queriendo evitar, como suele decirse, el humo de la esclavitud de los hombres libres, cae en el fuego del despotismo de los esclavos, y ve que la servidumbre más dura y más amarga sucede a una libertad excesiva y desordenada.


- Castigo, casi siempre irremediable.


- Y bien, Adimanto, ¿podremos lisonjearnos de haber explicado de una manera satisfactoria la transición de la democracia a la tiranía y a las costumbres de este gobierno?


- La explicación es completa."



Ref. Platón. La República o El Estado. Colección Austral. Décima Edición. 1971. Espasa-Calpe, S.A. Madrid.

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