viernes, 24 de agosto de 2012

¿Ganado o perdido?

EL UNIVERSAL
Opinión
Caracas, viernes 24 de agosto, 2012
¿Ganado o perdido?
RAFAEL DIAZ CASANOVA

Somos poco dados a escribir sobre temas agropecuarios, el exceso de ignorancia nos hace ser prudentes. Hace unos años nos atrevimos a hacerlo sobre las explotaciones agrícolas y tuvimos fuertes críticas de amigos dedicados a las siembras. Hoy nos vamos a atrever a comentar la trágica situación de la cría animal en Venezuela.

Desde tiempo inmemorial, Venezuela ha sido un buen productor de ganado. Los llanos, el sur del lago de Maracaibo, los Andes y varias otras regiones han sido sede de tradicionales haciendas donde se cría y se desarrollan actividades ganaderas con diferentes propósitos, producción lechera, animales que se benefician para el consumo humano y hasta muy interesantes establecimientos donde se realizan investigaciones genéticas que tienen como objetivo fundamental la generación de "cruces de razas" que aumenten la eficiencia tanto de la producción de leche como de animales más eficientes para el consumo humano.

La cadena que comienza en las haciendas productoras genera muchas otras actividades tanto en la industria lechera, que tiene interesantes y muy costosas instalaciones de procesamiento y comercialización como en la enorme actividad que lleva los animales a los mataderos y comienza el tránsito que tiene interesante estación en las carnicerías y sitios de distribución y termina en las mesas de hogares y restoranes.

Venezuela tenía, para fines del siglo pasado, cerca de cien mil haciendas dedicadas a la cría de ganado para consumo humano con un volumen de producción de cerca de medio millón de toneladas de animales para el beneficio de sus carnes y más de un mil trecientos millones de litros de leche cruda por año.

Los precios históricos de la producción nacional, a las puertas de los mataderos han oscilado en los alrededores de 1,50 US$/kilo de animal en pie. Para esos mismos años, el precio de la leche a las puertas de la hacienda eran de 2,23 Bs/litro de leche cruda.

A principios del siglo XX, los agricultores y criadores venezolanos recibieron el embate de los negocios del general Gómez. Muchas han sido las historias que circularon sobre las deformaciones de precios y los ataques que sufrieron los productores de leche y de carne. Gómez llegó a comandar ambas actividades y manejaba los precios de los productos del trabajo de los agricultores y criadores y hasta los de los productos finales.

El consumo de carne y de leche para este año, a pesar de las dificultades que tienen las estadísticas nacionales, se estima en setecientas mil toneladas de carne por año y dos millones de litros de leche en sus diferentes modalidades: fresca para fines industriales, pasteurizada y normalizada para el consumo de hogares, de larga duración, en polvo y otras presentaciones menores.

Venezuela era, para fines del siglo XX, autosuficiente en la gran mayoría de esos rubros, especialmente en los que se trataba de las distintas modalidades de carne para el consumo humano. Ha sido notable el desarrollo de la cría de búfalos adaptados a las realidades nacionales.

Este régimen que nos destruye ha decidido que el trabajo de agricultores y ganaderos es algo digno de su actividad preferida. Así, ha confiscado con distintas modalidades un número muy importante de haciendas productoras y se ha dedicado a estimular la producción ganadera de Brasil, de Argentina, de Uruguay, de Paraguay, de Colombia y de Nicaragua como principales proveedores de esos rubros.

Hoy, viene desde esos países más del sesenta por ciento de la carne que consumimos los venezolanos con dos agravantes: el primero es que, gracias a los ejercicios o maromas que permite el control de cambios, se les paga a los productores extranjeros precios elevadísimos y, lo segundo y más grave es que la calidad de la carne que nos envían desde esos países, en algunos casos, no se compara con la que se puede lograr en Venezuela.

Las estadísticas son impresionantes. Desde Brasil, en la primera mitad de este año, se trajeron más de cien mil toneladas de ganado en pie por valor superior a 250 millones de dólares (2,5 US$/kg.); de Colombia se trajeron en el mismo período unos ciento treinta mil toros gordos (media tonelada de promedio) por valor superior a los ciento cincuenta millones de dólares (2,3 US$/kg.); desde Nicaragua y de los países del sur vienen cantidades difíciles de conocer, gracias al desorden de nuestros números.

De los escasos guarismos que explican esas importaciones se puede llegar a la conclusión de que se les paga, a los productores nicaragüenses, precios que están en el orden de tres dólares por kilo de carne el pie, pero como el gran importador nacional tiene la magia del acceso a dólares a 4,3 bolívares, los productores nacionales compiten como boxeadores que tienen la mano derecha amarrada.

No es fácil hablar del tema de la calidad. No existen los parámetros adecuados para comparar los productos importados con los nacionales, mas basta sentarse ante un plato para llegar a conclusiones adversas a los animales importados.

Entendemos que además de todas estas barbaridades narradas, se ha establecido un cuello de botella en los mataderos. Cuando llegan animales desde otros países, las autoridades dictatoriales disponen que los mataderos deben dedicarse, por plazos importantes, a la matanza de esas reses viajeras y los productores nacionales tienen que pasar varios días sin acceso a los mataderos. Los números que conocimos, dicen que se está beneficiando más del sesenta por ciento de animales que vienen desde los países amigos del régimen.

Gracias a nuestra ignorancia dejamos de lado los temas de corrupción, de la congestión de los puertos y de la importación de animales desde países donde existe la fiebre aftosa. Recordamos que a mediados del siglo XX, esta enfermedad causó graves inconvenientes en Venezuela.

Creemos que presenciamos uno de los problemas muy graves de nuestra economía. Hace falta una actividad pecuaria fuerte, que de empleo a los venezolanos.

rafael862@yahoo.com

http://www.eluniversal.com/opinion/120824/ganado-o-perdido

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