miércoles, 14 de marzo de 2007

Más azúcar y etanol, menos hambre y contaminación

"La tecnología es una de esas variables que tiende a ser impredecible y que puede deshacer las proyecciones maltusianas. Por ejemplo, la selección genética de la caña de azúcar junto con los nuevos procesos de fermentación bacteriana, permitieron un aumento del rendimiento en la producción de etanol del orden de 1,5 mil litros por hectárea al año en la década del 70, hasta 8 mil litros por hectárea en la actualidad. El estado de Sao Paulo, en vez de perder cosechas, como se temía al inicio del programa Proalcohol, produce más alimentos que antes. Naturalmente, es necesario reglamentar la expansión futura de la caña para atender a una demanda de etanol que crece exponencialmente. Pero la experiencia indica que la búsqueda de rentabilidad funcionará como un socio de este esfuerzo, no como su adversario.
Por lo tanto, es necesario contextualizar mejor el mundo del cual estamos hablando antes de colgar a la bioenergía el epíteto de “enemigo voraz de los hambrientos”, especialmente en el momento actual, donde la humanidad necesita más que nunca de rapidez y realismo para poder superarse.
La bioenergía reúne parte de esos requisitos. La mayor experiencia práctica del mundo está en Brasil. Y lo que se ve en ese país no sólo desacredita el pesimismo, sino que señala que sembrar combustibles, al mismo tiempo que sirve para reducir el calentamiento global, puede ser también una forma de cosechar justicia social, como ha dicho el presidente Lula."

Ref. Jose Graziano Da Silva. 2007. La Alianza de la Bioenergía en contra del Hambre.

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