lunes, 24 de mayo de 2010
Es tiempo ya de detener el desastre agrícola
A finales de los 90, según el VI Censo Agrícola realizado entre 1997/1998, Venezuela contaba con 500.979 explotaciones agropecuarias, abarcando una superficie de 30,071.191, 77 hectáreas para un promedio de 60 ha por explotación. El uso de la tierra era mayormente de pastos y forrajes para ganadería (58%), seguido de los montes y bosques (30%), los cultivos de ciclo corto o anual (4,4%), los permanentes o semipermanentes 3,2%, las tierras en descanso o preparadas para la siembra 2,2% entre otros tipos de aprovechamientos. Para la época se observó un aumento desde el Censo de 1985, de 31% en el número de explotaciones y una disminución de 4% en la superficie de la actividad agropecuaria. En el caso de la ganadería, el inventario bovino era de 13.056.023 cabezas pastando 17.079.069,78 ha, el país se autoabastecía de carne con una producción anual de casi 400.000 TM , y la producción de leche, aunque deficitaria aportaba 1.400 millones de litros anuales para el consumo de la población. Como dato de interés en su estudio Disponibilidad de Tierras Agrícolas en Venezuela publicado en 1998 por la Fundación Polar, el investigador Rafael Marín estimó en 36 millones ha las potencialmente utilizables para agricultura y cría, de las cuales 27.259.197 ha con potencial pecuario y 7.225.195 ha para agricultura vegetal. Esto confirmó la mayor posibilidad ganadera y agrícola del territorio nacional para ese tiempo aún sin explotar, lo que todavía hoy en 2010 debe llamar a reflexión.
Como la ganadería ha sido siempre importante para Venezuela, tanto por el uso de la tierra como por su aporte proteico a alimentación y el valor de su producción, a finales de los 90, contaba el país con unos 100.000 ganaderos, de los cuales 71.000 pequeños (hasta 50 cabezas), 26.000 medianos y unos 3.000 grandes (más de 500 cabezas).Apenas 1.000 ganaderos tenían hatos entre 2.500 y 5.000 ha y solo 700 superaban las 5.000 ha, guardando relación el tamaño de las explotaciones con el de los rebaños, determinado la mayor extensión de los hatos llaneros la pobre calidad de los suelos ácidos, los pastos naturales y el carácter inundable de las sabanas que durante el invierno se transforman en vasto mar. En 2010, tras una década de fuertes cambios políticos y la agresiva aplicación de una política anti agrícola signada por la Ley de Tierras y la agricultura de puertos, es y luce totalmente distinto y devastado, el panorama agropecuario de Venezuela. En una década la producción de muchos rubros ha mermado severamente, agravándose el déficit. El caso de la leche y la carne es notorio y preocupante. Hoy no solo el inventario de rebaño de ganado es inferior en número y calidad, sino que hay 20.000 ganaderos menos desapareciendo prácticamente los medianos y grandes, o sea los empresariales y por supuesto sus fincas, haciendas y hatos. Las cifras anuales de importación de ganado y carne que hablan por si solas del impacto negativo de las políticas económicas, agrícolas y agrarias que se aplican. Mientras por respuesta, el país observa indignado como se aumentan las licencias y dólares para importar más ganado en pie desde Brasil y carne de ese u otros países, entre otros rubros, y como el terror agrario de las confiscaciones despoja a más propietarios de sus fincas agrícolas o ganaderas. A todo esto, las tierras expropiadas o confiscadas en manos del Estado estimadas en 3 millones de hectáreas permanecen en su mayoría ociosas, debiendo referir que también administra el Estado a través del Instituto Nacional de Tierras – INTI, el total de 10.065.236,33 ha que pasaron del desaparecido Fondo del Instituto Agrario Nacional – IAN. Como quiera que a la fecha no existe ningún estudio menos reporte oficial o independiente, sobre cuál es la utilización toda la tierra y fincas en manos del INTI, el problema del desabastecimiento de alimentos al cual contribuye la deteriorada producción nacional con su menor oferta, exige que de una manera objetiva se realice. También la menor disponibilidad de divisas para subsidiar las compras de alimentos importados. Tal como hemos afirmado en anteriores oportunidades, el fracaso del Estado en materia agrícola es el todos; a nadie contenta, y a todos preocupa. Ciertamente en Venezuela es tiempo ya de detener el desastre agrícola.
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Agricultura,
Ganaderia,
Venezuela
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