Puede el hambre de todos los venezolanos administrarse y centralizadamente? Pretende el gobierno como en Cuba, aplicarnos la libreta de racionamiento? Estas son dos preguntas entre muchas que se hace el país pensante después de oír, al flamante ministro de PDVSA, quién sin verguenza alguna, en este país definido por la Constitución vigente como democrático, clama por la estatización inmediata de todo el sistema alimentario privado. Y digo sin vergüenza, porque la corrupción descubierta en PDVAL, le toca de cerca como jefe inmediato y sin que a la fecha se aclare fehacientemente su responsabilidad en estos hechos delictuosos bajo investigación. Lo cierto es que después de asistir al penoso espectáculo del descubrimiento de más de tres mil contenedores de alimentos importados por PDVAL, podridos en Puerto Cabello y otros lugares, nadie en Venezuela, aparte del gobierno y sus ciegos seguidores, puede apoyar en su sano juicio que el Estado omnipotente a través de PDVSA, PDVAL, MERCAL, CVA, etc, sea el administrador del hambre de todos los venezolanos. Esto porque una cosa es que el gobierno de turno en nombre del Estado ejecute transparentemente y como debe, programas de alimentos sociales para beneficio de la gente pobre, los más vulnerables y necesitados. Otra es que sea el gobierno en nombre del Estado que se apodere mediante confiscación de todos los medios privados de producción, de almacén, proceso o fabricación, importación, transporte, distribución, mayores y detales, y entre un grupo de altos funcionarios nombrados a dedo, se decida qué, cómo, cuándo, cuánto, donde, los alimentos se adquieren, importan, distribuyen y consumen. De eso ya en Venezuela estamos hartos, siendo la misma historia de corrupción, como la de Corpomercadeo antes, hasta la de ahora, de PDVAL. Sin embargo, guardando las distancias en el tiempo, el caradurismo actual de todos los altos funcionarios del Estado, supera en su maniobra de distracción pública y pretendido encubrimiento, todo lo antes visto. Esto porque la magnitud del hecho descubierto del tamaño de la pudrición de 100.000 o más toneladas de alimentos importados, que se los robaron al pueblo hambriento y necesitado que nunca los consumió, trasciende el daño económico al social y moral de la República Bolivariana de Venezuela hasta sus más íntimas entrañas. Al respecto, la corrupción con los alimentos sociales es del populismo y la demagogia oficial detrás de los votos del pueblo, pues la burocracia quiere y busca perpetuarse en el poder. Sin embargo, las circunstancias que vive Venezuela a mediados del 2010 son del todo distintas a las usuales de los años precedentes que la corrupción revolucionaria y bolivariana hasta ahora impune había sorteado. El país es suficientemente maduro o sea experimentado en todo lo que se mente revolucionario y bolivariano, para darse cuenta, en medio de la corrupción imperante, por donde viene los tiros. Sabe perfectamente que la corrupción gubernamental se apoderó y enriqueció ilícitamente del dinero y los programas de alimentos sociales que hasta perder deja ahora en volúmenes que ni les apena. Por eso intuye que estas condiciones, el gobierno corrompido hecho dueño y señor ya de las divisas, y en breve del sector privado de los alimentos como aspira, llevaría en pocos días o semanas, a todos los venezolanos a la puertas de la hambruna general. Siendo este escenario del todo negativo al presente y futuro de la Nación, el planteamiento de la administración del hambre centralizada, que hace el presidente de PDVSA es debe ser rechazado de plano por todos los venezolanos. En nombre del hambre no puede ningún funcionario ni gobierno, conculcar la libertad económica ni el derecho de propiedad, entre varios otros derechos constitucionales y humanos que están siendo atropellados. Mientras confiemos que todos quienes desde el gobierno pretendan acabar el sector privado de alimentos para lucrarse a sus anchas del hambre de los venezolanos, tendrán algún día su oportunidad de rendir cuentas a la Nación sobre sus administraciones y corruptelas. El poder no es eterno, mucho menos para quienes se roban además del dinero, los alimentos del pueblo.
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