lunes, 28 de marzo de 2011

Brasil: La falacia de la refiorma agraria

El pasado 15 de febrero de 2011, el principal diario "O Globo", de Brasil, publicó con este título un interesante artículo por el historiador Marco Antonio Villa. Por su relevancia al conocimiento en la materia, y sobre todo para abrir los ojos al camino cierto del progreso y la modernidad del que Venezuela hoy se encuentra apartada por el avance circunstancial de la retrógrada y obsoleta doctrina comunista, lo hemos traducimos para nuestros lectores de Notas Agropecuarias Venezuela. Leamos:

“El tema de reforma agraria dividió el país durante décadas. Desde los años 1940 fue uno de los asuntos dominantes del debate político y considerada indispensable para el desarrollo nacional. Decían que la división de grandes propiedades era esencial para la industrializaçión, pues ampliaría, con base a las pequeñas propiedades, el fortalecimiento de géneros alimentícios para las ciudades, disminuyendo el costo de reproducción de la fuerza de trabajo y acabando con la carestía.

Por otro lado, el campo se transformaría en mercado consumidor de mercaderías industrializadas. O sea, el abastecimiento de centros urbanos, que estaban creciendo rápidamente, y el pleno desarrollo de la industria dependían de la reforma agraria. Sin ella no tendríamos un fuerte sector industrial y la carestía sería permanente en los centros urbanos, además de mantener la miseria en la áreas agrícolas. Y mostrando un retrato algo más apocalíptico, había una vertiente política de tesis: sin una efectiva reforma agraria, el país nunca alcanzaría una plena democracia, pues los grandes propietarios de tierra dominaban la vida política nacional e impedían el surgimiento de una sociedad libre. Era repetido como una mantra: el Brasil estaba destinado al fracaso y no tenía futuro, en caso no hubiese una reforma agraria.

Los años pasaron y una reforma agraria no ocurrió. Lo que hubo fueron distribuciones homeopáticas de tierra según los intereses políticos de los gobiernos desde 1985, cuando fue, inclusive, creado un ministerio con este fin. En cuanto a los ojos del país estaban volteados para la necesidad de repartir las grandes propiedades — marca anticapitalista de un país que no admira el lucro y mucho menos el éxito — el Centro-Oeste fue siendo ocupado (y parte de la Amazonia), además de revolución tecnológica ocurrida en áreas no cultivadas de Sur-Sudeste.

El desplazamiento de agricultores, capitales y experiencia productiva especialmente para el Centro-Oeste ocurrió sin tener al Estado como elemento propulsor. Fueron los agricultores con sus propios recursos que migraron principalmente del Sur para la región. Como es sabido, de hablaba desde los años 30 de marchar para el Oeste, mas nada en la práctica fue hecho. Y, cuando el Estado resolvió hacer algo, siempre acabó en desastre, como una batalla de borrachera, en los años 1940, o treinta años después, con las agrovillas, en la Amazônia.

El épico desplazamiento de los agricultores del Sur para el Centro-Oeste no ha merecido de los historiadores un estudio detallado. De un lado, debido a preconceptos ideológicos; de otro, por la escasez o desconocimiento de las fuentes históricas. Como todo proceso no fue inmune a contradiciones — y esto no ocurrió apenas en Brasil. Fueron registrados serios problemas en relación al medio ambiente y los derechos humanos, en gran parte debido a la precariedad de presencia de la instituciones estatales de la región.

Con la caída del modelo económico de la dictadura, en 1979, y la falta de perspectiva segura para la economía, lo que ocurrirá una década y media después, con el Plan Real, las atenciones del debate político fueron concentradas en el tema de reforma agraria, pero de forma abstracta. El centro de las discusiones era el futuro de los sectores secundario y terciario de la economía. El campo solo hacía parte del debate como un polo atrasado y que necesitaba urgentemente de reformas. Con todo, la realidad era muy distinta: estaba ocurriendo una revoluçión, un fabuloso crecimiento de producción, que iría a cambiar la realidad del país la década siguiente.

Entre tanto, en el Parlamento, los agricultores no tenían una representaçión a la altura de su importancia económica. Algunos que hablaban en su nombre fueron notados por la truculencia, reforzando los estereotipos construidos por sus adversarios. Lo que Carlos Marx llamó de clase en si y no para si.

Los agricultores, en la esfera política, no conseguían (y esto se mantiene hasta los días actuales) tener una presençia de clase, con una representación moderna, que defendiese sus intereses y estableciendo alianzas con otros sectores de al sociedad. Por el contrario, siempre estuvieron, fallando politicamente, corriendo atrás del prejucio y buscando alguna soluçión menos ruin, cuando se trataba de algún proyecto gubernamental perjudicial a sus actividades.

Hoy, Brasil es una potencia agrícola, buena parte del saldo positivo de la balanza comercial es debido a la agricultura, y la mayor parte de la población vive en el medio urbano, la carestía es cosa de pasado, la industrializaçión acabó siendo un éxito, el país alcanzó una plena democracia y no fue necesaria una reforma agraria. La tesis que mantuvo el debate político brasileiro durante décadas no pasó de ser una falacia.

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