Mientras en Venezuela exportamos alegremente petróleo crudo a 113,28 US$/barril, y el sustancial ingreso extra petrolero se derrocha y hasta regala a otros países. La bonanza petrolera trastornó a sus administradores quienes mantienen la economía nacional dentro de la mayor irrealidad como si nunca fuese a acabar. Las distorsiones generadas por los controles de cambio y de precios son enormes, como por el subsidio a la gasolina que se mantiene indistintamente del alza del precio petrolero, y se expende a 0,10 BsF/lt o sea a 5 centavos de dólar.
En este entorno, la producción, productividad y competitividad agropecuaria se encuentra comprometida a favor de la agricultura de puertos, pero las importaciones subsidiadas de alimentos no logran superar el crónico desabastecimiento ni la elevada inflación de alimentos, dificultandose la alimentación de los venezolanos y especialmente de lo más pobres.
Los altos precios del petróleo ya preocupa a los países consumidores. Así los ministros de Energía de E.U.A., Japón, China, India y Corea del Sur, el sábado 8 de junio señalaron desde Aomori, Japón, que los altos precios atentan contra los países consumidores y los productores también. El aumento semanal en el New York Mercantile Exchange (Nymex) fue de 10,75 US$ por barril u 8,4% y fue el aumento más alto del petróleo WTI en la historia bursátils del Nymex.
Porque en Venezuela la inflación de alimentos y el desabastecimiento, no han podido ser resueltos por la vía de las importaciones masivas de alimentos que cada semana serán más caros y de difícil adquisición, es claro que a nuestros productores del campo, tendrá el Gobierno que facilitarle sus actividades hoy severamente restringidas por la política antiagrícola, la amenaza estatizadora, la inseguridad y los controles.
Solo nuestros productores pueden hacer frente con su fincas y experiencia a la hambruna nacional que se ve venir, de insistirse en el desatino del abandono de la agricultura, y aún vendiendo petróleo a 200 dólares el barril como ya en el mundo se predice. Por eso a ellos la nación debe volcar su mayor atención y apoyos. Y es que no es precisamente con rifles, aviones, misiles, o más demagogia y populismo tercer mundista, que Venezuela ganará la batalla a los únicos enemigos reales que nos acechan, que son el hambre y la pobreza. Por eso hoy más que nunca antes, el campo es la salvación y el futuro está en el campo.
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