lunes, 17 de mayo de 2010

La vialidad rural no da votos pero si comida

En Venezuela nunca es trabajo fácil desarrollar y operar una finca, hacienda o hato; tampoco su cometido es seguro. A diferencia de cualquier proyecto urbano, deben salvarse permanentemente las distancias y las dificultades para el abastecimiento desde las ciudades de todos los insumos y la mano de obra especializada, tanto para su fundación y desarrollo como para la operación rutinaria. Debido al crónico mal estado de las vías rurales, los productores deben incurrir en la adquisición de vehículos de doble tracción, más costosos. La infinidad de huecos y el pavimento irregular cuando existente o los enormes barriales y “lagunas” que se forman, dificultan el tránsito durante el invierno, aumentan el tiempo de los recorridos, que entonces restan eficiencia a las operaciones y logística del transporte de insumos y productos, como a las movilizaciones de la gerencia y el personal, en ese continuo ir y venir de la finca a la ciudad. Por sobre todo, el mal estado de las vías rurales cuesta. Así lo comprueban las cuentas de reparaciones y repuestos de vehículos que pagan nuestros agricultores y ganaderos, además de su más rápido desgaste y depreciación que deben entonces reponerse. Como en Venezuela los combustibles son todavía subsidiados a nivel casi de regalo, mientras que los repuestos y vehículos cuestan cada vez más, el día que disminuyan el subsidio, los del campo esperamos se haga un aparte por ley de dinero a manera de porcentaje sobre cada litro vendido, para ser destinado exclusivamente a garantizar el mejor estado de todas la vías del país incluyendo las rurales. Con mejores vías y vialidad rural, el transporte y movilización entre el campo y la ciudad sería menos costoso, rápido y seguro. El ansiado desarrollo agrícola y rural de Venezuela espera por el granzón y el asfalto. La vialidad rural no da votos pero si comida.

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