Desde Cartagena, nos llega el discurso de instalación el 25 de noviembre de 2010, del XXXII Congreso Nacional de Ganaderos a cargo del presidente de Fedegan José Felix Lafaurie Rivera, que sirve para entender mejor las consecuencias en Colombia del intempestivo cese de las compras de ganado y carne por Venezuela. Leamos: "No estamos precisamente en año de vacas gordas. Llegamos a este Congreso con optimismo en el porvenir, pero en un momento ganadero francamente crítico, marcado por los altos costos de producción, los bajos precios de la leche cruda y el ganado en pie, unas condiciones climatológicas extremas de sequía e invierno, que se han turnado en contra de los productores, y una gran incertidumbre frente a los mercados, en especial por la alta informalidad de las En 2005, Colombia exportaba US$203 millones, el 99% al mercado venezolano. En 2008 exportamos US$756 millones y, de no haberse dado la interrupción abrupta en julio de 2009, las exportaciones de carne habrían sobrepasado los US$1.200 millones. No obstante, tales operaciones sólo eran posibles a través de jugosos subsidios cambiarios de origen venezolano."
"La cuenta de cobro no se hizo esperar. Como los guayabos, al día siguiente quedamos sin música y sin plata. Tuvimos dificultades para evitar el sacrificio de hembras y no afectar el crecimiento del hato, y el impacto en el mercado interno fue devastador. El consumo per cápita retrocedió 4 kilos, para situarnos en 17,5 kilos, y los precios al ganadero cayeron más de un 30%. En cifras más sencillas, sacrificamos para Venezuela cerca de 500 mil animales, pero dejamos de atender el mercado interno en cerca de un millón de bovinos.
Este punto amerita una reflexión. Cerrado el mercado del vecino país, la solución, aunque difícil, era obvia: ajustar a la baja los precios al consumidor, en proporción comparable a la caída registrada en finca, para que el mercado doméstico, por su alta elasticidad al precio, absorbiera el exceso de oferta en un lapso relativamente corto. No fue posible. Pese a los esfuerzos que hicimos con las grandes superficies, con descuentos y promociones, la informalidad no permitió que los consumidores se vieran favorecidos con la caída de precios. En palabras sencillas, esa platica se perdió en manos de intermediarios que, literalmente, asaltaron por igual a productores y consumidores.
Nuestra relación con Venezuela ha sido traumática por partida doble. El contrabando hacia nuestro país no se detiene, por el incentivo perverso de la fuerte distorsión cambiaria, lo cual agrava el problema de sobreoferta y de precios, y es un riesgo latente para la inmensa inversión ganadera en la erradicación de la fiebre aftosa.
Y ahora una paradoja. Hoy, la caída de precios nos hace competitivos a nivel internacional. "
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