De acuerdo a la FAO, los bajos niveles de inversión en la agricultura han tenido repercusiones negativas en el sector, y constituyen uno de los factores que han contribuido al aumento de los precios de los alimentos y al pronunciado incremento del hambre en todo el mundo. Si a esta circunstancia se le añade la necesidad de aumentar la producción agrícola mundial en un 70 por ciento (casi un 100 por cien en los países en desarrollo) en 2050 para poder alimentar a una población mundial estimada en 9,1 billones de personas, resulta evidente que los niveles actuales de inversión no son suficientes. La FAO estima que las inversiones netas en agricultura deberían alcanzar los US$ 83 mil millones al año (aproximadamente un 50 por ciento más del nivel actual) para satisfacer la demanda futura.
En 2009, el número de personas hambrientas en el mundo alcanzó el record de 1.020 millones, debido principalmente a las complejas circunstancias económicas que afectaron de forma especialmente negativa a los pobres. Invertir en agricultura y en desarrollo rural de una forma lo más efectiva posible es el medio para proporcionar más alimentos a un mayor número de personas y mejorar el modo de vida de las poblaciones rurales para que los pobres puedan adquirir los alimentos que necesitan.
Ciertamente invertir en el agro es crucial, pero en el caso de Venezuela, con esta nota precisamos este julio de 2011, que para sucederse las necesarias nuevas inversiones en la agricultura y pueda el país entonces aumentar sustancialmente la producción agroalimentaria, deberá primero restablecerse plenamente el respeto al derecho universal y constitucional de la propiedad privada, así como cesar las políticas de depojos agrarios, de controles de precios y de la nefasta agricultura de puertos.
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