
Los incendios forestales no controlados contribuyen además al calentamiento global, la contaminación del aire, la desertificación y la pérdida de biodiversidad. La prevención es una de las medidas más eficaces, y una vigilancia eficaz puede ayudar en las alertas tempranas, la toma de decisiones para intervenir y para medir el impacto del fuego.
Los países en desarrollo son a menudo los más vulnerables al impacto destructor del fuego, con su secuela de pérdida de vidas humanas y de propiedades, y la destrucción de recursos naturales.
El aumento de la densidad de población implica un riesgo más alto de incendios, debido a la mayor demanda de tierras y otros recursos naturales. La mayor parte de los incendios son provocados por el hombre, ya sea por negligencia, intereses económicos, uso imprudente del fuego en la agricultura y los pastizales, desbrozamiento ilegal de tierras o incendios intencionados.
Debido a la complejidad de la gestión de la lucha contra incendios, las políticas deben tener un enfoque integrado debidamente equilibrado y con la debida atención y recursos destinados a todas las actividades relacionadas. Aquí se incluyen la prevención, la alerta temprana, la vigilancia y la evaluación, preparación ante el fuego y extinción de incendios, pero al mismo tiempo restauración tras el fuego.
Los incendios ocurren dentro y fuera de los bosques, y afectan a las superficies forestales y otras clases de terrenos. De esta forma, una gestión integrada del fuego reúne todos los tipos de vegetación afectadas por los incendios: bosques, zonas forestales, zonas de maleza y los pastizales, praderas y zonas de pastos en sus diversas categorías.
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