
Y es que la política de puertos anti-agrícola que se ha aplicado sin ninguna consideración de la producción y los productores nacionales, es determinante de la sensible caída de la producción pecuaria a niveles que obligan la mayor dependencia en importaciones. Tras cientos de invasiones, intervenciones, expropiaciones, y “rescates” o confiscaciones de fincas privadas, que suman casi 3 millones de hectáreas, además de los rígidos controles de precios y otros que se aplican y el bandolerismo que reina en el campo, no existe en Venezuela aliciente para que los ganadero inviertan y trabaje en paz para mantener y menos aumentar la producción pecuaria.
Al respecto y precisando la potencialidad de Venezuela para producir toda la carne que necesita y para exportar, la exigencia es que las políticas del campo sean de viento a favor y no en contra como equivocadamente todavía se aplican. Porque las políticas contrarias al campo también son opuestas al interés nacional, así las denunciamos. Esto recordando a la vez, el irrenunciable derecho que asiste a nuestros ganaderos a trabajar en paz, libres de todo asedio, del terror agrario y de oprobiosos controles, para así producir la carne y todos los rubros pecuarios que los venezolanos requieren, y para exportar. Ciertamente la carne que falta y el hambre en Venezuela que atenaza.
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